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PALABRAS QUE OFENDEN

Decimos que las palabras nos ofenden, pero en realidad son pocas las veces que somos ofendidos; es más, las palabras no ofenden y sin embargo, muchas veces nos sentimos ofendidos. Hoy, aquí y ahora, grábate esto: Las palabras no ofenden, lo que ofende es el juicio o razonamiento ilógico que tú que escuchas, haces de lo que los demás te digan.

Mi hermano, mi hermana, dedícate una y otra vez a barrer tu casa, dedícate una y otra vez a hacer limpieza interior por medio del perdón.
Y perdonar es abandonar o eliminar un sentimiento adverso generado por pensamientos equivocados contra el hermano, por más mal que éste te haya hecho. A ver, respóndete: ¿Quién sufre: el que odia o el que es odiado? Pues claro que eres tú el que estás sufriendo horrendamente, porque muy posiblemente el que es odiado vive feliz, generalmente en su mundo. En cambio, el que cultiva el rencor se parece a aquél que agarra una braza ardiente. Y pareciera que la llama quemara al enemigo; pero no, se quema uno mismo. El resentimiento sólo destruye al resentido. El resentimiento sólo te quema a ti, sólo te destruye a ti, que escuchas.

El amor propio herido y no sanado a los pies de Jesús es ciego y suicida: prefiere la satisfacción de la venganza que el alivio del perdón. Pero hoy date cuenta, que es locura odiar: es como almacenar veneno en las entrañas. Y si sigues decidiéndote por el veneno del rencor, vivirás una eterna agonía y a eso se le llama masoquismo. ¡Suelta de una vez y para siempre la equivocación fatal del otro y la tuya también y se feliz!

Para terminar te decimos: No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar; así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor. Así que vale la pena perdonar, auque sea solo por interés de cuidarte a ti mismo, porque en la medida en que te cuides a ti mismo, a ti misma, estarás por lo menos dando el primer paso del amor. Si perdonas, muy posiblemente hasta te alivies de tanta enfermedad que ha aparecido por no querer perdonar. Y es que no hay terapia más liberadora que el perdón.

No es necesario pedir perdón o perdonar con palabras. Muchas veces basta un saludo, una mirada benevolente, una aproximación, una conversación. Son los mejores signos de perdón. Pero si tu caso es que la otra persona prefirió apartarse de ti y no hablarte por todo el resto de su vida, ¡Déjala si así es feliz! Y no creo que sea tan feliz, porque si no tuvo la valentía de volver a una reconciliación, quiere decir que aún no ha sanado sus heridas.

También será bueno que sepas que a veces sucede lo siguiente: puede que hayas decidido perdonar por el poder de Dios y realmente sientas el perdón; pero después de un tiempo, puede que vuelva a renacer la aversión. No te asustes. Una herida profunda necesita muchas curaciones. Vuelve a perdonar una y otra vez hasta que la herida quede curada por completo.


En unos momentos de intimidad con el Señor Dios, toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus pies bien puestos en el piso si puedes, tus brazos y manos descánsalos sobre tus piernas con tus palmas hacia abajo, o hacia arriba o entre lazadas; tu cabeza recta, cierra tus ojos y respira suave profundo y lento.

Desde esa fe adulta dile al Espíritu de Dios, al Espíritu del Padre y de Jesús: Oh Espíritu de Dios, deposítame en el corazón de Jesús que necesito amarme y amar como tú lo haces…. Oh Espíritu de Dios, deposítame en el corazón de Jesús que necesito amarme y amar como tú lo haces….

Ahora, desde el corazón de Jesús, tu Amado, ve asumiendo sus sentimientos, ve haciendo tuyos sus sentimientos, sus emociones, haz tuyo su corazón y mientras tanto, respira suave profundo y lento.

Y desde las emociones de Jesús llenas de amor verdadero en ti, tú en Él y Él en ti, enfrenta mentalmente a esa persona que te hizo tanto daño y mírale con los ojos de Jesús, siente con los sentimientos de Jesús, y abrázale con los brazos de Jesús como si “fueras” Jesús. Mírate abrazando con infinito amor a esa o a esas personas.

Así, en plena intimidad con el Señor Jesús, abrazando a esa o a esas personas, di al Señor no con palabras ni moviendo tu boca, sino con tu espíritu, con tu mente y corazón: “Jesús, Toma posesión de todo mi ser, mi Señor. Calma mis hostilidades. Dame tu corazón pobre y humilde. Quiero sentir por esta persona lo que Tú sientes por él, por ella, por ellos; quiero sentir lo que tu sentías al morir por él, por ella en la cruz.

Jesús, Amado mío, mi Dios, mi mejor y más grande Amigo, ahora que estoy unido, unida a ti sabiendo que tus sentimientos se han unido con los míos, yo perdono juntamente contigo ahora mismo; ahora mismo yo amo, yo abrazo a esta persona desde ti Oh Jesús. Derramemos tú Jesús y yo, inmensa ternura y compasión por él, por ella, por ellos….

Esa persona, Tú Jesús y yo, los tres ahora mismo somos amor. Y tú que escuchas, allá en tu interior, quédate simplemente mirándote cómo Jesús en ti y tú en Él derraman amor a esa persona y en tu mente sólo pronuncia la frase “amor de Dios que sana, que salva, que libera”, “amor de Dios que sana, que salva, que libera”, “amor de Dios que sana, que salva, que libera”.

 

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Decídete a perdonar

Hoy en este día tan especial, tan lleno de gracia, queremos comenzar este mensaje diciendo que Jesús el Señor nos enseñó que debemos perdonar a los que nos hieren, orar por los que nos usan con mala voluntad (aunque en realidad se obra más que por mala voluntad, por heridas no sanadas). Jesús el Señor nos enseñó a bendecir a los que nos maldicen, pero eso, para mí, para ti que escuchas que muchas veces nos dejamos arrastrar por la inmadurez, la negatividad y la no fe, nos parece muy duro. Hablando con honestidad te decimos que no es duro perdonar, pero como lo decimos una y otra y otra vez en nuestro interior, nos la creemos, además de que por muchos años, así nos acostumbramos a pensar porque escuchamos a otros y a otras decir en su negatividad y no fe, que era imposible perdonar porque la herida hecha era realmente enorme. Y claro, como esponjas fuimos absorbiendo no precisamente lo que más nos edificaba y nos preparaba para vivir la vida como la vivió Jesús, el Señor.

En realidad es más duro estar lleno de odio, amargura y resentimiento. En realidad es más duro ser necio, duro de corazón, insensato, soberbio. El Señor Dios, el Padre Celestial en el libro del Deuteronomio 30, 11 te dice a ti que escuchas: “Este mandamiento que te doy para que seas libre interiormente y realmente feliz, no es demasiado difícil para ti, ni está fuera de tu alcance”. Y Jesús en el evangelio de Mateo 11, 30 dice: “El yugo y le carga, que les doy, es ligera”.

El Señor no nos da ninguna carga pues más bien Él ha tomado sobre sí todo lo pesado, todo lo que nos ha desgarrado el corazón. Lo que dice más bien es que si te unes a Él, si lo buscas a Él, todo te será llevadero y vivirás tranquilo, tranquila en paz, en Él.

Tal vez a ti que escuchas, te han herido, maltratado, abusado, te han tratado mal o inadecuadamente, has sido rechazado y todo esto ha afectado tu estado emocional y hasta físico, pero la pregunta más importante es: ¿Realmente quieres recibir sanidad? ¿Verdaderamente quieres recuperarte? ¿Quieres perdonar? Aunque te parezca extraño déjanos decirte que no es difícil pues el Señor en el evangelio de Mateo 17, 20 nos dice: “Yo les aseguro que si ustedes tuvieran fe al menos del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a ese monte: Trasládate de aquí y para allá, y el monte se trasladaría. Entonces nada sería imposible para ustedes”.



Sí, escuchaste bien: Si pones a caminar tu fe, si decides ahora mismo perdonar, si dices en tu interior: Decido perdonarme, decido perdonar por el poder del Señor en mí, decido no deprimirme, entonces el perdón y la alegría se hará realidad en ti y nada te será imposible.

Si hoy miramos, escuchamos y sabemos de tanta violencia a nuestro alrededor, y alrededor del mundo entero y hasta en nuestro interior es porque a todos se nos ha herido. Hemos sido heridos de una o de otra manera; hemos recibido abuso cuando no sexual, sí psicológico, verbal, o emocional y el abuso sea cual sea, produce una raíz de rechazo y a nivel mundial el rechazo en el corazón del hombre representa un problema realmente devastador. (Mús)

Nuestro panorama crudo, real, representa un mundo en donde predomina la no fe, la desesperanza, los divorcios, los pleitos, las guerras, los abortos, los crímenes despiadados, las actitudes y palabras groseras, majaderas a flor de piel, el hambre, las crisis económicas, la crisis de valores, porque el ser humano se siente rechazado hasta de sí mismo.

Las emociones heridas y no sanadas, pueden transformarse en una prisión que nos encierra dentro de nuestro dolor y mantiene a todos los demás fuera. Si aún gritamos, si aún nos enojamos, si aún golpeamos, si aún decimos que Dios no existe, si aún nos obstinamos por no querer seguir viviendo, si aún optamos por la depresión y si decidimos sentirnos frustrados y sin valor es porque hay dolor en el alma, pero hermano, hermana hoy estás escuchando este mensaje, no por equivocación, o por casualidad porque la casualidad no existe. Existe el infinito amor del Señor que te está buscando para decirte cuánto vales, cuánto te ama, cuánto desea que seas feliz.

Dios no quiere que sigas en la celda amarga de esa prisión del resentimiento en contra de ti mismo, de ti misma, en contra de los demás e indirectamente en contra de Dios. ¿Sabes? Si habías dicho que no tienes fe, si realmente estás enojado, enojada no sólo contigo o con quien te hizo daño sino también estás enojado, enojada con Dios, es porque tienes fe y sabes que en última instancia si han pasado así las cosas es porque Dios nos dio una libertad que no supimos usar y que finalmente él permitió todo cuanto ha pasado porque nos respetó.

Hoy en día mucha gente dice que Dios castiga, que Dios manda al infierno, cuando en realidad somos nosotros mismos quienes nos castigamos por nuestras malas decisiones, por ejemplo: decidimos deprimirnos, decidimos odiar, decidimos guardar rencor y tomar venganza; decidimos sumirnos en una cama y rumiar pensamientos que bajan la autoestima hasta lo más bajo, decidimos mentirnos a nosotros mismos, decidimos no ser felices es decir, decidimos tener mala actitud.

Pero Dios el Padre Celestial, quiere a partir de hoy sacarte de esa celda negra del enojo constante, de tus impulsos de fuga, de la indecisión, y para ello te hace conciente que dentro de ti está la llave que abrirá la puerta de todo cuanto retiene tu gozo, la paz, la alegría, la positividad, el amor verdadero tu seguridad interior. Esa llave, es el perdón, perdón incondicional.

Ahora mismo pregúntate y respóndete allá en tu interior ¿Cuánto hace que estás en esa prisión oscura del resentimiento, del enojo, del sentimiento de frustración que tú mismo, tú misma has fabricado? ¿Realmente quiere ser libre? ¿Realmente estás dispuesto, dispuesta a querer utilizar las herramientas que Dios puso en ti desde toda la eternidad para que fueras feliz? ¿Estás dispuesto, dispuesta a no esperar nada de nadie más que sólo de Dios y de ti? ¿Quieres ser libres de todas las ataduras del egoísmo, del orgullo, de la soberbia, de la negatividad? (Mús)

El Padre Dios envió a Jesús el Señor que vino para abrir las puertas de las cárceles y dejar libres a los cautivos. Él quiere sanarte, Jesús está dispuesto, pero ¿Y tú?

¿Sabes? Lograr la libertad de las heridas y ataduras emocionales no es fácil, sobre todo cuando no sabemos cómo sanar tanto dolor Lo sabemos por experiencia. Pero cuando se ha recorrido un largo camino de búsqueda incesante de paz y de alegría, se tiene experiencia y por experiencia te decimos que tu libertad interior se dará tan rápido como tú aceptes lo que pasó y comiences a decidir por fe, perdonar, sobre todo, perdonarte a ti mismo, a ti misma.

Puede ser que durante el proceso de perdonar, llegues a volver a tu antigua manera de pensar y digas: “No, yo ya no voy al taller, para qué si no cambio, para qué si no cambian los demás. Yo ya no vuelvo a los retiros, mejor volveré a mi depresión horrenda, a los gritos y enojos constantes, al desencanto y sin sentido de vivir”, pero ¡Hermano, hermana que escuchas!, mira bien lo que piensas, lo que dices, lo que haces. Dios no te quiere deprimido, deprimida, pero ¿Y tú? ¿Qué quieres para ti?

El proceso del cambio se dará en la medida en que vayas desarrollando en primer lugar un gran amor hacia ti mismo, hacia ti misma, un amor como el que Dios tiene por ti. El proceso se acelerará en la medida en que intentes ser positivo a cada momento del día y en tu interior digas tú mismo, tú misma:

“Si Dios es conmigo, nadie me podrá derribar; si Dios es conmigo, nadie me va a derrotar, no me voy a deprimir, decido no deprimirme, decido no acostarme en la cama a menos de que esté realmente muy enfermo, enferma. Decido estar alegre, decido saberme pleno, plena, decido buscar trabajo, decido hacer lo que tengo qué hacer con alegría, decido no volver a permitir que alguien me haga sentir mal. Decido hablar sin enojo. Decido hablar con bondad, Decido perdonar. Decido desatarme de las cadenas que yo mismo, yo misma me he puesto. Decido vivir con elegancia espiritual. Decido hacer bien las cosas que hago. Decido orar”.

Y esto lo dirás no porque te creas autosuficiente de Dios, sino porque ya te has dado cuenta de todas las herramientas que Él ha puesto en ti y entre ellas está tu capacidad de decidir. Hasta Él mismo, en el libro del Deuteronomio te dice: Hoy pongo delante de ti el bien y el mal, ¿Qué decides?

Hay personas que no reconocen que están heridas o que están deprimidas porque en el fondo hay orgullo camuflado, amor propio herido no sanado. Por ejemplo, cuando las personas dicen. “Aquí no pasa nada”, lo que están realmente provocando es que el golpe sea cual sea, una muerte, una separación, una pérdida de empleo o de salud etc., se les fije más en su subconsciente y por lo tanto estas heridas permanecerán a manera de espina o de piedra en un zapato, por no haber sido enfrentadas cara a cara desde el amor del Señor para resolverlas y sólo sanarán en la medida en que se vayan aceptando y perdonando con sabiduría y paz.

La Palabra del Señor dice que para el que está unido a Cristo, todas las cosas viejas pasaron. Todo es nuevo. Con Jesús en el corazón y siendo concientes de la riqueza que somos en Él, siendo positivos, siendo sabios, proclamando las decisiones con fuerza en nuestro interior, cada día irá muriendo la negatividad, se irán desterrando actitudes infantiles, llenas de auto conmiseración que no sirve para nada.

Hoy el Señor te está abriendo los ojos de tu entendimiento y te dice, hoy decides si quieres continuar dando lástima o amarte como Yo te amo y ser poderoso, poderosa en mi. ¿Qué decides para tu vida hoy, aquí y ahora? ¿Auto compadecerte o ser libre interiormente?

La Palabra del Señor en Efesios 1, 7.8 dice que en el gran amor que nos ha tenido Dios el Padre, nos ha dado sabiduría y entendimiento. Hoy, aquí y ahora, ¿has valorado esa sabiduría? ¿Has valorado la sangre de Jesús sobre tu vida, sobre ti? Por esa sangre, tus pecados han sido perdonados, tus faltas, tus equivocaciones, y los pecados, faltas y equivocaciones de los demás.

Dios los ha perdonado pero ¿Y tú? Y lo que es aún más maravilloso: Dios te ha perdonado y te perdona siempre, pero ¿Y tú? ¿Ya te perdonaste?

Cuando perdonas al otro, estás quebrantando la atadura de una prisión emocional pero cuando tú te perdonas, matas dos pájaros de un tiro porque sólo el que se perdona a sí mismo, puede perdonar de corazón hasta a su peor enemigo. Puede perdonar, lo que sea.

La causa porque no queremos perdonarnos o perdonar a otros es porque tenemos miedo: miedo a ser lastimados nuevamente, a que la gente no aprecie nuestra buena disposición, o simplemente es orgullo, o prejuicio o falta de amor.

Hay hechos muy dolorosos causados por otras personas que tal vez ya murieron o no las volvimos a ver nunca, pero puedes perdonarles si así lo decides hoy, aquí y ahora, pues en realidad el perdón más que beneficiar al de enfrente, te beneficiará mucho a ti y si esas personas aún viven y tienes qué tratar con ellas como sería el caso de un compañero de trabajo, un hermano, tu padre, tu madre, tu amigo, tu vecino etc., y también tiene buena actitud, no esperes más para la reconciliación. ¡Adelante!.

A manera de ayudarte a encontrar el motivo por el que necesitas perdonar, te presentamos varias razones por las que tu pasado te atormenta, razones por las que te es difícil vivir aquí y ahora feliz, en paz, reconciliado con la vida, contigo mismo, con los demás y con Dios.

Tal vez has sufrido algún maltrato físico o psicológico: Hay muchas personas que al recordar los maltratos que recibían dejan anidar odio en sus corazones y es por eso que en el presente no pueden entregarse completamente a Dios por esos dolorosos recuerdos. Incluso, culpan no sólo a los demás por la infelicidad y depresión que viven, sino que también culpan a Dios.

Tal vez has tenido lo que la sociedad ha llamado un fracaso sentimental: Mucha gente por no acrecentar su fe y por no educar sus emociones sufre la ruptura de una relación, llámese como se llame: esposo, esposa, novio, novia, suegro, cuñado, hijo, hija, padre, madre, hermano, hermana, vecino, compañero de trabajo, amigo etc., y al enfrentarse a una relación que no resultó como se esperaba, permite que sus fuerza interior desfallezca y lo peor de todo es que esos pensamientos de fracaso no les permiten salir adelante.

Tal vez hasta el día de hoy no has podido perdonar a alguien que te hirió con sus palabras: Muchas veces las palabras duelen mas que los golpes y las palabras que un día te dijeron al no saber entregarle esa área a Dios pueden estarte causando daño hasta este momento.

Quizá tomaste decisiones equivocadas que afectaron mucho tu vida: Hay quienes por haber sufrido heridas desde pequeñitos, de jóvenes tomaron decisiones equivocadas ya sea de estudio, familiares, laborales etc, que afectaron su futuro, y ahora en el presente ven reflejado las consecuencias de esas malas decisiones y al no encontrar la paz y la alegría, se quejan del pasado echándole la culpa a quien sea.

Tal vez has cometido errores: Esta es una de las acusaciones mas comunes que nos hacemos, ya que al cometer un grave error, en lugar de recurrir inmediatamente al Señor, recurrimos a la auto acusación y fomentamos por supuesto, la falta de perdón a nosotros mismos. Quizá esos errores que tuviste, no sólo te han afectado a ti sino que han afectado a otros, ya sea por una palabra o algún hecho insensato, inmaduro, egoísta y podríamos continuar la lista de razones que tenemos para perdonarnos y perdonar.

Por ahora sólo te decimos: Si obedeces al Señor que te dice: “Ama a tus enemigos y ora por quienes te persiguen”, si decides en el nombre de Jesús el Señor no claudicar, no rendirte, no someterte ni entregarte a lo que sientas de rencor, de resentimiento, de tristeza, de celos o envidia, de orgullo o soberbia y rebeldía ante la vida, si no desistes y le haces caso al Señor de poner a caminar la riqueza interior que depositó en ti, nadie sobre la tierra, ningún fantasma mental, ningún pensamiento negativo e emoción sin educar, ninguna incapacidad, nada de lo que hay en tu pasado podrá impedirte lograr el éxito para el que fuiste destinado, destinada.

Y habrás alcanzado el éxito, cuando por las mañanas te levantes buscando al Señor para estar con Él, y durante el día te mantengas unido, unida a él por el amor que te das a ti mismo, a ti misma y a quienes topan contigo durante el día, cuando hagas lo que tengas qué hacer con responsabilidad y alegría, cuando disfrutes de la vida a pesar de todo y cuando por las noches, te acuestes en la paz de saberte infinitamente amado por Dios.

Deja ya de estar pues, echando la culpa a este o al otro de allá o a ti mismo, a ti misma y comienza a trabajar juntamente con la gracia de Dios que ya tienes, en tu sanidad interior y trabajar en tu sanidad interior es entregarte sin condiciones al Padre Dios, a Jesús, a su Espíritu que puede transformarte, pero tú necesitas querer esa transformación.

Y querer esa transformación es decir en tu corazón a cada momento. Decido en tu nombre levantarme de esto, no importa lo que estoy sintiendo de depresión, de desgano de vivir o lo que sea. Ahora mismo me levanto por fe y decido vivir bien, vivir buscando con alegría el pan de cada día. Decido comenzar a limpiar mi casa, a poner en orden el lugar en donde trabajo. Decido no gritarles más a mis padres o si eres padre de familia, puedes decir: Decido no gritarle y mucho menos pegarle a mi hijo, a mi hija. Si estás en cama enfermo, decide ahora mismo llevar con alegría y paciencia sin perder la esperanza nunca.

Di una y otra vez en tu interior en el nombre de Jesús: Decido dar lo mejor de mí. Y puedes traer a la memoria a esa persona que aparentemente quebrantó tu vida y dile ahora mismo: Decido perdonarte. Decido bañarte con la sangre de Jesús. Decido soltarte de una vez y para siempre en el abismo insondable del amor de Dios. Decido perdonarte. Decido perdonarte. Decido perdonarte, y así, una por una de tanta gente que te hizo daño e incluso gente a la que tú hiciste daño, dile: Decido pedirte perdón porque quiero estar bien con la vida, con Dios, conmigo, con los que me rodean y si tú me quieres dar el perdón bueno, si no, Dios me ha perdonado y yo decido perdonarme ahora mismo.

Y menciona tu nombre y dite: ………Te perdono en el nombre de Jesús. ……….Te perdono en el nombre de Jesús. ……… Todo lo que esté grabado en tus emociones y en tu mente, necesitas irlo recordando no para vivir en tragedia constante sino para que sabiamente vayas mirando cara a cara de la mano de Jesús lo que pasó de doloroso y puedas decidir entregarlo al Señor y perdonar. Entonces, habrás comenzado a vivir el poder del reino de Dios que está en tu interior. Amén

En unos momentos ricos en intimidad con el Señor Dios, ricos en tranquilidad, en paz, ricos en soledad que libera de todas las ataduras del egoísmo, toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus pies bien puestos en el piso si puedes; tus brazos y manos descánsalos sobre tus piernas, con tus palmas hacia abajo o hacia arriba o entre lazadas; tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento…ve soltando todo lo que esté tenso desde la punta de tu cabeza, hasta la punta de tus pies…..

Y comienza a abrirte al Espíritu libertador del Señor Dios y dile no con palabras, sino con tu ser, allá en tu profundidad: Oh Dios tierno y cariñoso, Padre providente y gratuitamente amoroso: Hoy reconozco que necesito sanidad emocional. Hoy reconozco que necesito perdonar. Hoy se y acepto que Jesús tu amado Hijo, y mi Salvador, ha pagado el precio para mi liberación total en la cruz.

A partir de hoy, y desde este momento recibo concientemente esa sangre preciosa sobre mi, sobre mi vida, sobre esa relación que no funcionó y porque no estaba cimentada en tu amor Oh Padre. Hoy con esta gracia que me das, decido levantarme. Decido seguirte. Decido servirte. Decido no enfermarme más por estrés, por agotamiento interior, por cansancio moral, por frustración o tristeza.

Padre Celestial con tu gracia decido convertirme poco a poco, día con día, momento a momento un árbol frondoso y que por mis frutos, te conozcan a ti único Dios verdadero y a tu enviado, Jesucristo.

Acepto que mis raíces están en ti Oh Padre, en tu Amor misericordioso, y por lo tanto, mis frutos no pueden ser frutos que huelan a podrido, a negatividad, violencia y depresión aprendida por ello Padre, a cada momento de mi vida, cada instante de mi día me re-educaré y estaré decidiendo y decidiendo, y decidiendo y decidiendo positividad, alegría, energía, sabiduría, luz, plenitud, aceptación madura ante los hechos que no puedo cambiar y cambio, cambio, cambio a lo que sí puedo como el cambiar mi forma de reaccionar, mi forma de mirar, mi forma de contestar, mi forma de vivir la vida.

Padre Celestial, con el poder de tu Amor, decido cortar de tajo con tanto espino que más que fruto ha dado dolor; Dios mío, cuánto me he recriminado, cuánto me he rebelado en contra de ti, en contra de la vida. Cuánto odio, resentimiento, reclamo pero se que del desierto, de los cardos y espinas haces praderas hermosas y manantiales infinitos. Ahora mismo te entrego todo esto que no es más que basura, brizna, nada. Y a cambio decido vivir con tu gracia, la paz, el perdón, la misericordia, la vida verdadera, la alegría, la humildad, la obediencia a tu Palabra.

Se que nadie, ni el mejor psicólogo, ni el mejor consejero podría decirme lo que tú me has dicho ahora y lo que me dices a diario en tu Palabra y sobre todo, lo que me has rebelado en la vida de tu Hijo Jesús, mi Señor: el amor, el amor, el amor, el amor es lo que decido vivir ahora mismo. Desde hoy comienzo a mirarme con amor


Oh Padre Celestial: en el nombre de Jesús, y por el poder del Espíritu Santo, decido levantarme de esto que me ha tenido atado, atada, no importa lo que estoy sintiendo de depresión, de desgano de vivir o lo que sea. Ahora mismo me levanto por fe y decido vivir bien, vivir buscando con alegría el pan de cada día. Decido comenzar a limpiar mi casa, a poner en orden el lugar en donde trabajo. Decido no gritarles más a mis padres; o si eres padre de familia, puedes decir: Decido no gritarle y mucho menos pegarle a mi hijo, a mi hija. Si estás en cama enfermo, decide ahora mismo llevar con alegría y paciencia sin perder la esperanza nunca.

Di una y otra vez en tu interior en el nombre de Jesús: Decido dar lo mejor de mí. Y puedes traer a la memoria a esa persona que aparentemente quebrantó tu vida y dile ahora mismo: Decido perdonarte. Decido bañarte con la sangre de Jesús. Decido soltarte de una vez y para siempre en el abismo insondable del amor de Dios. Decido perdonarte. Decido perdonarte. Decido perdonarte, y así, una por una de tanta gente que te hizo daño e incluso gente a la que tú hiciste daño, dile: Decido pedirte perdón porque quiero estar bien con la vida, con Dios, conmigo, con los que me rodean y si tú me quieres dar el perdón bueno, si no, Dios me ha perdonado y yo decido perdonarme ahora mismo.

Ahora, menciona tu nombre y dite: ………Decido perdonarte en el nombre de Jesús. ……….Te perdono en el nombre de Jesús. ………

Ahora mismo, decido que todo lo que esté grabado en mis emociones y en mi mente, lo puedo recordar no para vivir en tragedia constante sino para que sabiamente vaya mirando yo mismo, yo misma cara a cara de la mano de Jesús lo que pasó de doloroso. Decido ahora mismo entregártelo a ti mi Señor y perdonar.

Oh Padre, en ti decido no deprimirme, decido perdonar.

Oh Padre, en ti decido no deprimirme, decido perdonar

Oh Padre, en ti decido no deprimirme, decido perdonar

LA HERIDA DE LA TRACIÓN

Hoy comenzamos nuestro tema, diciendo que es posible traicionar a alguien o sufrir una traición de distintas maneras. Por ejemplo, unos hermanos, de 12 y 19 años nos contaron que tras haber vivido años de pleitos, gritos e indiferencia entre sus padres y luego como golpe final, vivir el divorcio, experimentaron que su vida estaba invadida por el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia.
Una definición en el diccionario nos dirá que traicionar es violar la lealtad y la fidelidad hacia alguien. Es una manera de hacer daño a alguien con engaño o de forma oculta y solapada. La traición en una pareja se vive -entre otros motivos- por ejemplo, cuando se comete adulterio, cuando no se es honesto consigo mismo, con la pareja, con los hijos.


La fidelidad, es lo contrario a traicionar. Ser fiel es llevar a cabo los compromisos que se toman conscientemente, teniendo siempre presente la verdadera libertad para ser responsables y el verdadero amor. Ser fiel es ser leal y sincero. Cuando una persona es fiel –a lo menos así lo sabe por ejemplo, un hijo- pero luego, a través de los años se enteran los demás que su vida en realidad no es tan verdadera, porque no vive honestamente, porque es doble de corazón, se pierde la confianza y se vive la traición.


Esta herida surge entre los 2 y los 4 años de edad, cuando se desarrolla la energía sexual y aparece lo que el padre del psicoanálisis Sigmund Freud llamó como el complejo de Edipo. Esta herida se vive con el progenitor del sexo opuesto. Según Freud, todos tenemos este complejo pero en diferentes grados. Cada niño, sobre todo entre los 2 y los 6 años de edad se “enamoran” -por así decirlo- del progenitor del sexo opuesto o de la persona que desempeña este papel, ya que se encuentra en la edad en que se desarrolla su energía sexual. A partir de esta etapa, el niño comienza a entrar en contacto con su impulso sexual –no tanto genital- sino más bien aquél que representa su capacidad de crear. Es natural que el bebé se fusione desde el nacimiento con su madre y que tenga gran necesidad de atraer su atención y sus cuidados, sin embargo, la madre debe continuar dedicándose a sus labores cotidianas y ocuparse también de otros miembros de la familia, como lo hacía antes de la llegada del bebé. Si la madre, responde demasiado a todos los caprichos del bebé al grado en que prácticamente se convierte en su esclava, el niño comenzará a creer que puede hacer a un lado a los demás, incluyendo al padre y tener a la madre a su disposición. En este caso y siempre de acuerdo con Freud, el niño no desarrollará adecuadamente la fase edípica esencial en su desarrollo, y cuando sea adulto, el resultado será muy perjudicial para él en los planos psicológico y sexual. Será un adulto dependiente.


El paso adecuado para pasar por esta fase edípica implica que todo niño debe llegar a reconocer que el padre fue esencial para crearlo y su figura es fundamental para romper la relación que se establece al nacer entre madre e hijo. Aún, cuando el padre no esté físicamente presente, la madre debe hacer sentir al niño que existe y que es tan importante como ella misma. Cuando el niño comienza a darse de cuenta de que para concebirlo, forzosamente hubo unión de dos sexos, desarrolla un interés por el sexo opuesto, así como un deseo inconsciente de tener él mismo, un bebé con el progenitor del sexo opuesto. Esto no es perversión sino un proceso natural en esa etapa.


Su poder de creación también se encuentra en desarrollo y explica el comportamiento de las niñas pequeñas que intentan “seducir” a sus padres, al igual que los niños a sus madres. En esta etapa, niños y niñas hacen todo lo posible por obtener el afecto del progenitor del sexo opuesto e intentan asimismo protegerlo, aún cuando les decepciona no recibir la atención deseada. Cuando el progenitor del mismo sexo que el niño, hiere al progenitor del sexo opuesto, se crea una situación muy difícil para el pequeño como cuando escucha su tono colérico o sus actitudes agresivas. Algunos incluso, pueden llegar a desear la muerte del progenitor al que acusan. Por desgracia, el complejo de Edipo, no evoluciona adecuadamente en la mayor parte de los casos porque la madre es muy posesiva con su hijo, mientras el padre lo es con su hija. Mientras el progenitor del sexo opuesto, más lo haga sentir menos ignorándole, y en ocasiones incluso por completo, más difícil será resolver el complejo.


Las personas que han sido objeto de traición, no resolvieron su complejo de Edipo cuando eran pequeños. Esto significa que su apego al progenitor del sexo opuesto es demasiado grande, lo cual más adelante afectará sus relaciones sexuales y afectivas. Estas personas tienden a comparar sin cesar a su pareja, con el progenitor del sexo opuesto o esperan mucho de su pareja, para compensar lo que no recibieron de este progenitor, por ejemplo una mujer que quiere casarse, deseará hacerlo con alguien que la proteja, que le de toda la atención etc. Un varón casado, buscará fuera del matrimonio sin nunca saciar, la necesidad de su madre, en otras mujeres y en el caso de una mujer será a la inversa. Cuando la herida de traición es aún mayor, se buscarán personas del mismo sexo.


Un varón, que sufría la herida de traición decía que cuando era pequeño, su madre y sus dos hermanas le decían que sólo él lograba hacer brillar tanto los zapatos cuando los lustraba o hacer relucir el piso cuando lo lavaba y lo enceraba. Por esto, cuando realizaba estas tareas, se sentía especial y no se daba cuenta de que estaba siendo manipulado mediante la seducción verbal para que hiciera dichas tareas. Es decir que este ejemplo nos muestra, cómo puede vivirse la traición inconscientemente durante la infancia.


El niño se siente traicionado por el padre del sexo opuesto, cada vez que éste no cumple una promesa o cuando traiciona su confianza. Esta traición la experimenta sobre todo en el plano afectivo amoroso sexual por ejemplo cuando un niño tiene la vivencia incestuosa es decir, cuando alguno de sus padres toca los genitales de sus hijos o de uno de ellos, vive la traición y no sólo por alguno de sus padres, pues también la puede vivir si se trata de algún hermano u otro familiar o amigo de la familia o maestro o de quien sea. Es una herida que le llevará a buscar la lealtad, y la fidelidad –muy posiblemente- en brazos que pueden destruirle- como será el caso de jóvenes que buscan una relación amorosa con casados o relaciones con gente de su mismo sexo, o una relación tras otra, tras otra, tras otra, quedando así, muy confundidos, vacíos, solos sin haber nunca superado el complejo de Edipo, sin haber experimentado nunca, la fidelidad, la lealtad, la honestidad.


Cuando un niño comienza a vivir experiencias de traición se crea una máscara para protegerse, al igual que hace en el caso de las demás heridas. Esta máscara es la de controlador. El tipo de control que ejerce el controlador, no es motivado por la misma razón que el control que ejerce el masoquista, quien toma las riendas de la situación para no sentir vergüenza o para no avergonzar a alguien más, porque el controlador por herida de traición, desarrolla esta conducta para asegurarse de que mantendrá sus compromisos, para ser fiel y responsable o para garantizar que los demás mantengan sus compromisos.
La persona que lleva la máscara de controlador, con frecuencia nos lanza un “mírenme” con su aspecto fuerte. Su mirada es intensa y seductora. Cuando mira a una persona, tiene el don de hacerla sentirse especial e importante. Estas personas, lo ven todo rápidamente, pues la intensidad de su mirara les ayuda a ver de golpe y en conjunto todo lo que sucede a su alrededor. Utiliza con frecuencia sus ojos para mantener a los demás a distancia cuando está a la defensiva, o para fijar la imagen del otro y examinarlo de una manera que intimida para protegerse, para no mostrar su debilidad su vulnerabilidad o su impotencia.


Una persona extrovertida, que haya sido hostigada sexualmente cuando era más joven o niña, o más aún, que haya sido víctima de violación, usará la máscara de controladora y será fácil que ella misma se de cuenta cómo es, pero hasta que no acepte la herida logrará liberarse y ser ella misma. En el caso de una persona introvertida en las mismas circunstancias, ejercerá su control de una manera más solapada y será más difícil de que reconozca esta máscara. La fuerza se destaca en la persona controladora. Como le es difícil aceptar cualquier forma de traición tanto de sí misma como de los demás, hace todo lo que está en su mano para ser responsable, fuerte, especial e importante. Si está consciente de haber traicionado a alguien al no cumplir una promesa, se justifica con todo tipo de excusas e incluso puede llegar a recurrir a la mentira para evadir la verdad. Por ejemplo, afirmará que pensó en hacer algo, cuando en realidad no recordó que debía hacerlo.


Recuerda –tu que escuchas- que cada una de nuestras heridas está presente para recordarnos que si los demás nos han hecho sufrir, es porque nosotros les hemos hecho a ellos lo mismo o nos hemos hecho a nosotros mismos lo mismo. Esto, es algo que el amor propio no puede comprender ni aceptar, así que necesitarás reconocer sinceramente tu máscara sin dejarte llevar por lo que hay de resistencia en ti, sino más bien, escucha la voz del corazón, la voz de la conciencia, la voz de Dios que te habita y quiere ayudarte a sanar tu subconsciente herido.


De las cinco heridas, el controlador es el que espera más de quienes lo rodean Suele prevenir todo para controlarlo. Vimos en los temas pasados que el dependiente, también crea muchas expectativas es decir espera mucho de los demás, pero estas expectativas se relacionan con su necesidad de recibir ayuda y apoyo a causa de su herida de abandono, lo que le permite sentirse importante, pero en el caso del controlador herido por traición, sus expectativas tienen la finalidad de comprobar si hace bien lo que debe hacer, ya que eso le da confianza. El controlador tiene una personalidad fuerte. Afirma lo que cree con fuerza y espera que los demás se adhieran a lo que él o ella piensa. Se forma rápidamente una opinión sobre alguien o algo y está convencido de tener la razón. Da su opinión imponiendo, ya que desea a toda costa convencer a los demás. Utilizan con frecuencia las expresiones: “¿Me entiendes?, “Soy capaz” “Deja que lo haga solo” “Lo sabía”. “Tenme confianza”. “No confío en él”, para asegurarse que se ha dado a entender bien.


Todas las máscaras tienen algo en común: en el momento en que la persona las lleva, no está consciente de hacerlo. El controlador cree que cuando alguien más lo entiende significará que está de acuerdo con él, lo que por desgracia no siempre sucede. La persona controladora, se las ingenia para no participar en situaciones en que habrá confrontaciones o en las que no tendrá el control. Cuando está frente a personas que considera rápidas y fuertes, se retira por temor a no poder enfrentarlas. El controlador, es rápido en sus actos. Comprende o desea comprender rápidamente y le resulta difícil tratar con las personas que toman demasiado tiempo para explicar o narrar algo. Suele interrumpir y responder incluso antes de que su interlocutor haya terminado de hablar. No obstante, si alguien se atreve a darle el mismo trato a él, dirá enérgicamente: ¡Permíteme terminar, no he acabado de hablar!.
Tiene muchos talentos y actúa rápidamente. Por eso, muestra poca paciencia con las personas más lentas. Debe esforzarse para ceder. Esto representa una oportunidad para intentar controlar a los demás. El padre controlador –por ejemplo. Exigirá que sus hijos sean rápidos y que aprendan con rapidez porque eso es lo que se exige a sí mismo. Cuando algo no marcha a la velocidad que desea y sobre todo cuando le molesta cualquier imprevisto, el controlador enfurece. También es el primero en acabar sobre todo en cualquier tipo de competencia.


Acabar primero para él, es más importante que hacer bien las cosas. Incluso, podrá él elaborar las reglas del juego, para que estas marchen a su favor. Esto del juego puede ser también a nivel psicológico afectivo es decir, mientras los demás le sigan la corriente, cuando los demás hagan lo que dice, todo marchará bien. Cuando las cosas no funcionan de acuerdo a lo que quiere, es fácil que se vuelva agresivo aunque no parezca estarlo, ya que en realidad aparenta ser alguien seguro de sí mismo, fuerte y una persona que no permite que la pisoteen. De los cinco caracteres, el controlador es el que tiene más altibajos en su estado de ánimo. Un minuto será todo amor y atención y al siguiente montará en indiferencia o cólera por lo más mínimo. Las personas que le rodean no saben a qué atenerse y los demás suelen vivir este tipo de actitud como si fuera una traición. Si tu que escuchas te identificas como un controlador, como una controladora, con la gracia del Señor Jesús, habrás de trabajar en la paciencia y en la tolerancia, sobre todo cuando pasan situaciones que te impiden hacer las cosas a tu modo y de acuerdo a lo que tienes pensado. Una persona controladora, cuando enferma, hace todo lo posible por sanar rápidamente para poder continuar dedicado a sus ocupaciones pero cuando sus seres queridos o quienes tienen compromisos con él se enferman, pierde la paciencia.

El controlador, tiende a adelantarse, a intentar prever todo para el mañana. Su actividad mental es muy intensa –de ahí que no viva, sino que agonice interiormente- anticipándose a los acontecimientos. Mientras más profunda sea la herida, más deseará tener el control y prever el porvenir; sobre todo para evitar sufrir la traición. Lo más negativo de esta actitud es que quiere que todo suceda tal como lo pensó pues son muchos sus planes con respecto al futuro. Esta actitud, también le impide vivir libremente el momento presente. Le esclaviza interiormente. Por ejemplo, mientras trabaja, se ocupará en planear sus futuras vacaciones y durante sus vacaciones planeará su regreso al trabajo o se inquietará por lo que sucede en casa durante su ausencia. Con frecuencia le perturba más imaginar lo que sucederá y si todo sucederá como lo imaginó, que disfrutar el momento actual.


El controlador llega temprano para garantizar que tendrá control sobre todo. No le gusta demorarse y no puede tolerar a las personas que lo hacen, aún cuando esto le ofrece otra oportunidad para controlarlas, con objeto de hacerlas cambiar. Se impacienta si termina un trabajo con retraso o cuando alguien le promete un trabajo y lo entrega tarde. Esta dificultad la vive principalmente con las personas del sexo opuesto, con las cuales se molesta más rápidamente que con los demás. Es evidente que no acostumbra darse ni dar a los demás el tiempo suficiente para realizar un trabajo determinado.
Le es difícil delegar una tarea y depositar su confianza en otros. Tiende a verificar continuamente si se está realizando según su manera de pensar. También le es difícil mostrar a alguien más cómo hacer las cosas cuando esta persona es lenta para aprender, porque el controlador no tiene tiempo que perder. Cuando delega algo, será una tarea sencilla o una por la que no será responsabilizado si no se hizo bien.


Es por eso que debe ser rápido y hacer casi todo por sí mismo; de lo contrario se ocupará en supervisar a quienes le ayuden. Parece tener oídos y ojos en toda la cabeza para saber qué hacen los demás y asegurarse de que hacen bien lo que deben hacer. Es más exigente con quienes lo rodean que consigo mismo. Confía con mayor facilidad en las personas de su mismo sexo y supervisa y controla a las del sexo opuesto. La herida de traición se despierta en él, cada vez que tiene frente a sí a alguien que no cumple sus compromisos. El controlador, que se considera muy trabajador y responsable, tiene problemas con la pereza. De acuerdo con él, nadie tiene el derecho a holgazanear, sino hasta haber cumplido con todos los deberes de los que es responsable. Ver a otra persona no hacer nada, sobre todo si es del sexo opuesto, le crispa los nervios rotundamente. Le considerará perezosa y le será difícil confiar en ella. Por otro lado, se las ingenia para que todo el mundo sepa lo que hace, cómo lo hace y cuánto hace; para él es fundamental que los otros vean hasta qué grado es responsable y es posible confiar en él. Detesta que no confíen en él, pues se considera tan responsable y talentoso que supone que los demás deberían hacerlo siempre. Sin embargo, no cae en la cuenta de cuán difícil le resulta a él confiar en los demás.


Para las personas que portan la máscara de controlador, resulta importante mostrar su fuerza y sobre todo, su valor. Son muy exigentes consigo mismos con el objeto de mostrar a los demás de lo que son capaces. Viven todo acto de cobardía, es decir de falta de valor, como una traición. Se arrepienten enormemente de abandonar un proyecto, de no haber tenido el valor de llevarlo a su fin. Les es muy difícil aceptar este tipo de cobardía en los demás.
Les es difícil fiarse de cualquiera, ya que temen que la confianza o las confidencias se utilicen algún día en su contra. Debe realmente tener confianza en la persona para que ésta llegue a ser su confidente. Sin embargo, es el primero en decir a los demás lo que le han confiado, aunque justificará que tuvo un buen motivo para hacerlo. Una persona con la máscara de controladora causada por la herida de la traición, pone su grano de sal a lo que los demás dicen o hacen, por ejemplo, si la madre está reprendiendo a su hijo, el padre controlador, poniéndose del lado de su esposa, añadirá: ¿Entendiste lo que dijo tu madre?. Este asunto no es de él, pero de cualquier forma se involucra, se mete.


Si esta situación sucede con la hija, es muy probable que la niña la viva como una traición, sobre todo porque es la niña de papá y papá no se pone de su lado cuando mamá la castiga. Por lo general, el controlador dice la última palabra, porque le es fácil encontrar qué añadir a todo o a casi todo. Se ocupa mucho de los asuntos de los demás. Como es rápido para ver todo lo que sucede a su alrededor y se considera más fuerte que el resto de la gente, se hace cargo de todo fácilmente. Cree que debe ayudar a los demás a organizar sus vidas sin darse cuenta de que actúa así para controlar lo que desean hacer, cómo y cuando hacerlo. Siente que los demás son más débiles que él, pero esta es una forma muy disfrazada de mostrar su propia debilidad, porque una persona cuando no cree realmente en su propia fuerza, hará todo lo posible por intentar mostrarla a los demás. El controlador es muy sensible pero esta sensibilidad no la muestra ya que está demasiado ocupado en mostrar su fuerza. En los temas pasado, vimos que el que usa la máscara de dependiente causada por la herida del abandono, se ocupa de los demás para garantizar su apoyo y el que usa la máscara de masoquista, causada por la herida de la humillación lo hace para ser buena persona y no avergonzar a nadie, en cambio, el controlador se ocupa de los asuntos de los demás, para no sufrir traición o por tener la seguridad, la certeza de que los demás responderán a lo que él quiere. Si tu que escuchas, te miras como esta persona que se siente responsable de ordenar la vida de tus conocidos, te sugerimos que examines a la luz de la gracia del Señor, tus motivaciones es decir, cuál es la razón del por qué actúas como actúas.


El amor propio herido o ego del controlador, se altera fácilmente cuando alguien lo reprende en lo que hace, porque le disgusta ser vigilado, sobre todo por otro controlador. Se le dificulta tratar con personas autoritarias, pues cree que quieren controlarlo. Se justifica y siempre tiene un buen motivo para hacer las cosas a su modo. Rara vez admite sus temores y prefiere no hablar de sus debilidades. De hecho, el controlador comienza desde pequeño a decirse: “Yo puedo, déjenme hacerlo solo”. Quiere hacer las cosas a su manera, pero para que los otros lo reconozcan, lo feliciten y sobre todo para que comenten lo bien que lo hace. Una persona controladora, no muestra sus lados débiles, por temor a que alguien se aproveche y le controle. Prefiere mostrarse valiente, audaz y fuerte con la mayor frecuencia posible. Por lo general, no actúa sino a su antojo. Dice a los demás lo que desean escuchar pero no se da cuento de ello y acaba por hacer las cosas según su voluntad. Una señora nos contó que ella y su marido contrataron a una persona del tipo controlador para que realizara unos trabajos en casa. Al explicar a este señor lo que quería que hiciera y por qué lo quería de cierta forma, vieron que él no estaba de acuerdo y que le disgustaba que le dijera qué hacer, pues él era el experto en materia de reparaciones, por lo tanto, intentó convencerlos de la forma en que él veía las cosas, sin tener en cuenta lo que ellos querían. Respondió que comprendía su punto de vista pero que de acuerdo a lo que necesitaban su esposo y ella preferían que lo hiciera como ellos decían.


Contestó –“muy bien” pero dos días después descubrieron que había actuado a su antojo, como él quería. Cuando le expresaron su descontento, ya tenía listas sus justificaciones. Se las arregló para decir la última palabra, ya que era demasiado tarde para hacer las reparaciones de nuevo.
El controlador –como dijimos- no acepta a las personas autoritarias, aún cuando no se da cuenta del número de ocasiones en las que él mismo ha dado órdenes o ha decidido precipitadamente por los demás. Observa por ejemplo a algún controlador que ocupa un puesto de dirección o supervisión en un lugar público como un restaurante, hospital, almacén, escuela etc, ya que sabe todo lo que sucede, da su opinión sin que le sea solicitada y parece no poder contenerse para agregar su comentario a lo que los demás hacen o dicen. Lo que para nosotros es control, para el controlador, significa dar ayuda. Tu que escuchas, el hecho de que estés conociendo los diferentes tipos de heridas, te ha de ayudar a saber de qué forma habrás de tratar a los demás y a ti mismo.
Cuando alguien intenta convencer al controlador de una idea nueva, es muy fácil que su reacción sea de incredulidad. Lo más difícil para él es que le tomen por sorpresa y no haber tenido tiempo para prepararse pues al no estar preparado, corre el riesgo de no tener el control y así, será controlado; su reacción será la de alejarse y permanecer en estado de alerta pues deberá estar preparado para lo inesperado. No cae en la cuenta de que él mismo, muchas veces ha cambiado repentinamente de idea y ha sorprendido a quienes le rodean, pero cuando es él quien decide, se da el derecho a variar de opinión fácilmente.
Una señora que nos permitió poner este testimonio, nos dijo que cuando era pequeña, esperaba que su padre la golpeara porque había hecho alguna travesura, y éste no lo hacía. Cuando esperaba en cambio reconocimientos por sus buenas notas en la escuela, la golpeaba sin que ella supiera a qué se debía el enojo. Su padre estaba herido de traición por eso se comportaba así y ella a su vez, también. Es como si su padre sintiera placer maligno al sorprenderla, al no responder a lo que ella esperara en ese momento, así que podemos decir que todo comportamiento que el niño no se espera, por parte de alguno de los padres o de los dos, suele provocar un sentimiento de traición en el niño.


El controlador también es rápido para considerar hipócritas a los demás, a causa de su gran desconfianza, sin embargo, debido a su comportamiento manipulador, con frecuencia se diría que él es el hipócrita, por ejemplo, cuando las cosas no marchan como quiere, monta en cólera, y habla a espaldas de las personas y no se da cuenta de que él también está cayendo en la hipocresía. Al controlador, le aterroriza que le mientan. Dirá: “Prefiero que me abofeteen a que me mientan” pero él mismo, miente con mucha frecuencia aunque para él lo que dice, no son mentiras, porque encuentra buenos motivos para deformar la verdad y justificar así la mentira.


Sus mentiras por lo general son sutiles, son necesarias según él, para alcanzar sus fines o para justificarse. Y en cambio, le es muy difícil aceptar que alguien no le crea, que alguien no confíe en él porque piensa que le ha traicionado. No estamos diciendo que todos los controladores mientan pero esta conducta parece estar presente con mayor probabilidad en ellos. Si tu que escuchas, reconoces la herida de la traición en ti y la máscara de controlador, te sugerimos que estés siempre muy atento, atenta, ya que en la mayor parte de los casos, el que miente, no cree que sus mentiras sean realmente mentiras o peor aún, ni siquiera se da cuenta de que miente. Una persona con la máscara de controlador no tolera que los demás hagan trampa, pero por ejemplo en su declaración de impuestos hará trampa y dirá que todo el mundo lo hace. Sin embargo, una persona controladora, puede llegar hasta mentir gravemente con tal de salvar su buena reputación porque tener reputación de persona fiable, responsable y que realiza bien su trabajo es lo que más le importa. Cuando habla de sí mismo, no se revela del todo, sino sólo de lo que le da una buena reputación.


Como te das cuenta, este mensaje sobre la herida de la traición Tienen la finalidad de ayudarte a tomar conciencia de la herida de la traición, para que juntamente de la mano del Señor Jesús, iluminado, iluminada por su Palabra y dejándote amar por Él, las 24 horas del día mediante la invocación interior: Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi. Jesús, enséñame a amar como tú me amas”, creas cada vez más, que la vida no está llena de traición, que la vida se te ha otorgado como el mayor don por el que puedes superar cualquier obstáculo, y puedas sanar tus heridas y entonces ir dejando salir todo ese tesoro que el Señor Dios puso en tu corazón de dulzura, de sencillez, de humildad, de alegría, de vida verdadera, de luz, de fuerza, de paz, de misericordia, de solidaridad, de capacidad infinita para amarte y para amar….


Si observas en otros, en otras las conductas descritas en estos mensajes no intentes cambiarlas sino más bien, utiliza lo que estás aprendiendo de ti mismo, de ti misma, para ser más compasivo, compasiva, para comprender mejor, para amar más. Ya por último te decimos que así hayan sido montones de heridas por las que tú has pasado, así sean muchísimas traiciones las que tu corazón recibió, ES MÁS GRANDE EL AMOR QUE HA TENIDO EL PADRE, al regalarte a Jesús, su Hijo Único. Jesús el Señor y el Padre, tienen la medicina que cura completamente las llagas del corazón: ESA MEDICINA, ES EL AMOR, que no entiende de acusaciones ni de culpas. ENTIENDE SÓLO DE AMOR Y DE AMAR, así que diariamente, a cada momento, pídele al tu Padre Dios y a Jesús que quieras amar siempre, a cada momento, incondicionalmente, simplemente porque tu esencia es AMOR. Dile día y noche: “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi. Jesús, enséñame a amar como tu me amas”. Amén.



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