3:1—4:31 PREPARACION DE MOISES
3:1—4:23 Moisés en Madián
En contraste con los dos primeros capítulos, los cuales cubren un largo período, el movimiento de la narración en esta sección disminuye significativamente. Aquí, Dios revela la acción que intenta ejecutar en favor de los oprimidos israelitas: Moisés es comisionado como aquél que guiará al pueblo en su salida de Egipto. Por causa de su importancia, el encuentro entre Dios y Moisés se registra con considerables detalles y con mucha atención enfocada en la conversación entre ellos. Claramente, el evento total tuvo un profundo efecto sobre Moisés.
Varios de los elementos del encuentro entre Dios y Moisés son dignos de destacar. Primero, Moisés se encuentra con Dios en la zarza ardiente. A lo largo de la historia del éxodo, la presencia divina a menudo se simboliza por el fuego y el humo (Exodo 13:21, 22; 19:18; 24:17; 40:38; cf. Levítico 9:24; 10:2; Números 11:1-3; Deuteronomio 9:3; 18:16). Segundo, por causa de su aterradora naturaleza, había que acercarse a Dios con precaución.
Moisés reconoció la santidad de Dios al quitarse las sandalias. El concepto de santidad divina reaparece en Exodo como tema principal. Habiendo conducido el rebaño de su suegro a través del desierto hasta Horeb (1), Moisés luego guiará a los israelitas al mismo lugar (Exodo 3:12; 19:1, 2), en donde ellos también confrontarán la presencia santa de Dios revelada a través del fuego (véase cap. 19).
Si bien los detalles del trasfondo son dignos de destacar, el relato enfoca más su atención en el diálogo siguiente entre Dios y Moisés. Desde el comienzo, fue esencial que Moisés conociera la identidad de aquél que hablaba con él: Yo soy el Dios de tus padres: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (6). Luego, Dios le revela a Moisés lo que el lector ya conoce; él estaba profundamente preocupado por el sufrimiento de su pueblo en Egipto (7-9; Exodo 2:23-25). Ahora era el tiempo para actuar. Por medio de Moisés, él tenía la intención de rescatarles de Egipto, una tierra de opresión, y traerlos hasta Canaán, la tierra de la oportunidad. La respuesta de Moisés probablemente no fue sorprendente: ¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel? (11). ¿Qué cualidades tenía Moisés para esta tarea? ¿Cómo podría un fugitivo de Egipto confrontar al faraón? La respuesta de Dios fue directa: Ciertamente yo estaré contigo (12). Esta fue acompañada con la promesa de una señal. Sin embargo, Dios no prometió un milagro al instante; Moisés tenía que ejercitar su confianza primero antes de ver su cumplimiento.
Moisés planteó una nueva dificultad. ¿Cómo convencería a los israelitas de que Dios lo había enviado a ellos? Los vv. 13-15, que enfocan sobre la identidad de Dios, son difíciles de interpretar. La solicitud de Moisés por el nombre de
Dios es importante porque los israelitas creían que el nombre reflejaba la esencia de un individuo. En Génesis son destacados diferentes aspectos de la naturaleza de Dios por medio de los nombres utilizados para designarle a él: El Dios Altísimo (heb., Elyon; Génesis 14:18-20), El Dios que me ve (heb., El Roi; Génesis 16:13), El Dios Todopoderoso (heb., El Shadday; Génesis 17:1), El Dios Eterno (heb., El Olam; Génesis 21:33). Aquí Dios se da a conocer por su nombre personal “Yahweh”, traducido en la mayoría de las traducciones españolas como Jehovah, Jehová, o el Señor (15).
El nombre divino heb. Yahweh está íntimamente relacionado con la frase que se encuentra en el v. 14 la que puede ser traducida de diferentes maneras: YO SOY EL QUE SOY, “Yo seré el que seré”, “Yo seré el que fui”.
Una forma abreviada de esta frase se encuentra en la declaración: YO SOY me ha enviado a vosotros. A diferencia de los nombres anteriores, “Yahweh” no limita la naturaleza de Dios a ninguna característica particular: él es lo que es. Aun más, su naturaleza no cambia. El es el Dios adorado por las generaciones anteriores (el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob) y por las generaciones venideras (este es mi nombre para siempre; éste será el nombre con que seré recordado de generación en generación).
A su regreso a Egipto, Moisés había de reunir a los ancianos de Israel. Juntos fueron para solicitar permiso de faraón de llevar a los israelitas en un viaje de tres días por el desierto con el propósito de que pudieran adorar a su Dios (18). La reacción de faraón a esta pequeña demanda revelaría su fuerte antagonismo hacia los israelitas. Rechazó acomodarse a ellos, no porque su solicitud fuese excesiva, sino porque probablemente sospechaba que si les permitía salir se irían definitivamente. El relato en los caps. 7—15 refuerza esta observación inicial. El faraón no cambiaría de opinión a menos que una mano poderosa le obligue (19). La influencia de la mano de Dios sobre los egipcios sería tal que ellos estarían dispuestos a dar sus posesiones con tal de ver a los israelitas abandonar Egipto. Esos regalos compensarían a los israelitas por el sufrimiento que ya habían padecido.
A pesar de estas seguridades divinas, Moisés continuó resistiéndose a suscitar otro problema. ¿Qué si los israelitas no le creyeran? ¿Cómo les convencería que realmente Dios se le había aparecido? En respuesta Dios le dio tres señales que implicaban transformaciones milagrosas que Moisés mostraría al pueblo: su vara se convertiría en una serpiente (2-4); su mano llegaría a estar leprosa (6, 7); y el agua del Nilo que se convertiría en sangre (9). De las primeras dos señales Moisés fue testigo. La tercera tendría que ser aceptada por fe. Más tarde, cuando las tres fueran mostradas a los israelitas, se convencieron de que Dios verdaderamente había enviado a Moisés (30, 31).
Moisés seguía titubeante. Ofreció otra excusa para no aceptar el llamado de Dios: él no era hombre de palabras (10). Con una serie de preguntas retóricas Dios le reveló que su poder triunfaría sobre cualquier incapacidad que pudiese sentir. Cuando Moisés solicitó que otro fuese enviado, Dios, como se justifica, mostró su furor (13). ¿Cómo podía continuar rechazando? Como un gesto final de la paciencia divina Dios le prometió la asistencia de su hermano Aarón. Con esto, Moisés se resignó a regresar a Egipto. El hecho de que no revelara a su suegro las razones para su partida hacia Egipto posiblemente sugiera que el aún no estaba convencido de la capacidad de Dios para el logro de sus planes. El llamado de Dios a Moisés es vívido recordatorio de cómo todos somos llamados a servir al Dios viviente. La titubeante respuesta de Moisés nos suena familiar.
Entre las posesiones tomadas que Moisés llevó a Egipto se presta especial atención a la vara de Dios (20). Como se revela más tarde, esta vara fue usada por Moisés cuando ejecutó “todas las maravillas” que Dios le había ordenado (p. ej. Exodo 7:10, 20; 8:5, 17; 9:23; 10:13). Moisés, como embajador de Dios, fue dotado de poder para ejercer la autoridad divina (cf. 3:20). La vara era símbolo de esta autoridad, no una vara mágica. Sin embargo, se le advirtió que faraón rechazaría obstinadamente la idea de dejar ir a los israelitas. Como consecuencia, Dios castigaría a los egipcios por medio de la muerte de sus primogénitos, una respuesta que paralela los tratos de Egipto con Israel, el primogénito de Dios (22). Esta predicción se cumple en Exodo 11:1—12:30.
Notas. 3:1
Promesa y Juramento
El Señor tiene promesas para cada uno de nosotros, tiene planes, tiene propósitos. Muchas veces nos desalentamos cuando los tiempos de Dios no concuerdan con nuestros tiempos, y pensamos que Dios no está haciendo nada. Y Dios nos dijo por Habacuc que a su tiempo El llegará y esa palabra significa que El no llegará ni un segundo tarde. Cada cosa que estás esperando en Dios llegará a su tiempo, y si se cierra una puerta es porque Dios tiene una puerta mayor.
En Galatas, capitulo 3, dice que por medio de Jesucristo, somos herederos de las mismas promesas hechas a Abraham.
Y yo tengo un anuncio para darles: hemos heredado las mismas promesas, ustedes las heredaron. No es que ustedes las consiguieron, no es que ustedes hicieron esfuerzos para lograrlas, sino que son herederos; ustedes no son huérfanos, ustedes son hijos, y como hijos son herederos.
El Señor te da dos cosas para que no las sueltes, en una mano te da la promesa y en la otra te ha dado el juramento .
Dios te va a bendecir con abundancia, con puertas abiertas, con favor, con crecimiento, con abundancia de almas, con abundancia de bendición, con abundancias de conversiones. Tu familia va a ser salva, va a triunfar sobre la enfermedad, va a triunfar sobre la miseria, el Señor está soltando su promesa sobre tu vida.
En tiempo de escasez, cuando falta la visión, la promesa dice te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.
La promesa y el juramento es como un ancla que se arroja y se engancha en el trono de Dios y aunque la tierra tiemble, yo estoy tomado de esa promesa.
Ustedes conocen la historia de Pedro en la barca después de la resurrección: ellos no habían podido pescar nada durante toda la noche y alguien a lo lejos les dice que tiren la red a la derecha, y la abundancia de peces los estaba esperando debajo de la barca. Cuando vieron este milagro de abundancia Juan gritó: Es Jesús!!
Saben por qué gritó es Jesús? Porque Juan discernió que no podía pasar de cero a la abundancia por casualidad; fue un milagro y eso es lo que va a ocurrir en estos días. Has estado pasando una noche de fracasos, has venido a esta conferencia, con dolor, con fracaso, pero Dios te dice: empieza un nuevo día.
Quiero terminar la ministración con 4 consejos:
- No te achiques
- No te agrandes
- No te aceleres
- No te detengas
Estás caminando en una nueva dimensión; es un tiempo de abundancia, es un tiempo de crecimiento! Estamos viviendo uno de los tiempos más impresionantes de la historia de la iglesia, y hay hombres que son un regalo y un instrumento de Dios para este tiempo.
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"Porque nosotros somos colaboradores de Dios..."
(1de Corintios 3:9)
En un pequeño taller de una calle apartada un hombre construye una brùjula de navegaciòn. Es llevado a bordo de un gran navìo y mediante su aguja temblorosa el barco es guiado sobre el mar derechamente hacia su destino.
Un hombre hizo la brùjula. Sì un hombre y DIOS.
Un hombre hizo la obra mecànica, armò el maravilloso instrumento; pero fuè DIOS quièn puso en el magneto su misterioso poder. DIOS y el hombre son colaboradores; y sin DIOS el hombre no puede hacer nada; no obstante, la obra perfecta de DIOS necesita de lo mejor del hombre.
Es un privilegio supremo el que nosotros podamos estar asociados con Dios en la relaciòn de Su obra. Consideramos un honor el estar asociados con seres humanos distinguidos. Un ensayista escribiò: "Yo habria comsiderado un gran honor llevar la bolsa de Shakespeare, o limpiar los zapatos de Milton, o haberle levantado el pincèl a Rafael."
Que privilegio infinitamente màs grande es llegar a ser, como Pablo dice..."Colaboradores de DIOS"
Que èste Mensaje pueda penetrar profundo en tu ser y gozarte al recordar que tan cerca està la grandeza de nuestro polvo, como tan cerca esta DIOS del hombre. Que si el deber te dice "Hazlo" Que el jòven responda "YO"
"Porque todo lo puedo en Cristo"
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El naufragio del Titanic dejó, pues, una imborrable huella en la memoria humana. El descubrimiento de los restos, hace unos años, permitió que los expertos emitieran una hipótesis que explicara cómo ese espléndido transatlántico, maravilla de la técnica, zozobró en tres horas después de chocar con el iceberg.
Muchas fueron las causas secundarias, pero una de las explicaciones de los expertos, después de haber examinado algunas muestras de los restos del buque, fue la poca resistencia de los remaches de ensamblaje del casco. Unos cuantos de ellos parecen haberse soltado, abriendo unas vías de agua que inevitablemente condenaron al naufragio al palacio flotante, reputado como insumergible.
"Dios mismo no lo podría hundir", repitieron algunos. Tal desafío nos impresiona. Bastaron unos remaches defectuosos para que ese 15 de abril de 1912 la humanidad recibiera una severa y magistral lección de humildad, al ver que su obra de arte se hundía en las heladas aguas del Atlántico.
¡Qué contraste con el primer "gigante de los mares", el arca, construida por Noé y dirigida por Dios mismo! Navegó cerca de un año en medio de un diluvio sin parangón en la historia, y preservó a todos los pasajeros.
A los que quieren vivir sin Dios se les dice:
“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban… vino el diluvio y los destruyó a todos”
(Lucas 17:26-27).
Esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.
1 Pedro 3:20
Jetro es también conocido como Reuel (2:18). Horeb, el monte de Dios se conoce también como Sinaí (para su ubicación, véase la introducción y el mapa). 8 Una tierra que fluye leche y miel es una manera proverbial para describir la fertilidad de la tierra de Canaán. 15 La traducción de algunas versiones, “el Señor”, omite transmitir la idea de que la palabra heb. Yahweh