¿Existe Dios?
Por supuesto que sí. Las primeras palabras de la Biblia son: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1). Dios no intenta probar Su existencia, sencillamente la declara como un hecho dado.
¿Existe Dios? Salga una noche y mire el cielo lleno de estrellas. Tome en cuenta los cientos de millones de estrellas que están a millones de kilómetros de distancia. Piense en los otros planetas, galaxias y sistemas solares. La Biblia nos hace recordar:
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmos 19:1).
¿Existe Dios? Considere el cuerpo humano. Salmos 139:14 dice: "Formidables y maravillosas son tus obras". Examinemos una pequeña parte del cuerpo humano: el ojo. Por su extrema complejidad, los científicos todavía no comprenden totalmente cómo funciona. Adivine quién dijo:
"Suponer que el ojo, con su inimitable mecanismo para enfocar a diferentes distancias, para dejar pasar distintas intensidades de luz, y para corregir las aberraciones esféricas y cromáticas, pudiera haberse formado por selección natural, parece -lo confieso abiertamente- una idea absurda del más alto grado posible... Creer que un órgano tan perfecto como el ojo pudiera haberse formado por selección natural es más que suficiente para desconcertar a cualquiera".
¿Quién declaró esta gran verdad? Ningún otro sino el famoso evolucionista Carlos Darwin. Incluso él reconoció que un órgano tan intrincado y fascinante como el ojo, requería un Creador.
Sir Isaac Newton dijo: "Este elegante sistema de soles y planetas podía surgir sólo del propósito de un Ser inteligente y poderoso".
Albert Einstein declaró: "La armonía de la ley natural revela una inteligencia de tal superioridad que, comparada con ella, todo el pensamiento sistemático de los seres humanos es absolutamente insignificante".
Sí, existe Dios. Las pruebas son contundentes. Y, algún día estaremos delante de El:
De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí (Romanos 14:12).
¿Estará usted preparado? Cuando termine de leer este libro, su respuesta puede ser "sí".
¿Existe el diablo?
Así como existe Dios, existe también el diablo. Ezequiel 28 nos da información acerca de este personaje malévolo. Fue creado por Dios y vivía en el cielo (v. 13). Dios lo puso como un querubín ungido (v. 14). Era perfecto y hermoso (v. 12), por lo cual se enalteció (v. 17). Se rebeló contra Dios (vv. 15-16), y fue echado del cielo (v. 16). Lucero, que fue su nombre original, fue echado a la tierra (v. 18), donde llegó a ser conocido como Satanás:
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones (Isaías 14:12).
Fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él (Apocalipsis 12:9).
Satanás es ahora el dios de este mundo (2 Corintios 4:4), pero algún día será echado en las llamas del infierno (Isaías 14:15, donde arderá por la eternidad:
Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:10).
Hoy camina por la tierra como su enemigo espiritual invisible, para engañarlo a usted y destruirlo:
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8).
El principal propósito de Satanás es verlo a usted en el lago de fuego. En este momento, él está furioso porque usted está leyendo este libro. El odia las verdades que usted está aprendiendo. No permita que le impida terminar de leer este libro.
¿Existe el cielo?
La santa Palabra de Dios nos asegura en repetidas ocasiones que existe un lugar de eterna belleza y esplendor llamado cielo:
... porque Dios está en el cielo (Eclesiastés 5:2).
¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra? (Jeremías 23:24).
Las calles del cielo están cubiertas con oro puro (Apocalipsis 21:21), y allí nada se corrompe (Mateo 6:20). Los que lleguen allí, compartirán con los ángeles ese lugar de eterna paz y gozo (Mateo 18:10) y recibirán el eterno galardón (Mateo 5:12). Lo mejor de todo es que Dios desea que vivamos allí para siempre. Jesús dijo:
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (Juan 14:2-3).
Muchos escépticos afirman que no existe el cielo, pero la incredulidad de ellos no cambia la realidad. Durante una tormenta de nieve en una fría noche de diciembre, un agricultor de Minnesota estaba viendo las noticias por la TV. Cuando vio allí a personas que se asoleaban bajo las cálidas temperaturas de Hawai, le dijo a su esposa: "Realmente no creo que exista un lugar tan bello". Bueno, ya sea que lo crea él o no, Hawai existe. Así también el cielo.
¿Existe el infierno?
Así como existe un lugar de eterna felicidad llamado cielo, también existe un lugar de castigo eterno llamado infierno. No es un tema popular, pero usted debe estar advertido. La Biblia nos habla de un hombre que fue allí:
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama (Lucas 16:22-24).
Nuestra mente no puede imaginar un lugar tan siniestro como ese. Se describe el infierno como "fuego eterno" (Mateo 25:41; Judas 7) y "horno de fuego" (Mateo 13:42). Apocalipsis 20:10 se refiere a él como "lago de fuego y azufre". Todo aquel que es condenado a ese lugar "será atormentado con fuego y azufre" (Apocalipsis 14:10).
El infierno es mencionado también como las "tinieblas de afuera" (Mateo 8:12), un lugar donde reina "la oscuridad de las tinieblas" (Judas 13), donde sus habitantes sufren "prisiones de oscuridad" (2 Pedro 2:4) en un "abismo" (Apocalipsis 20:3).
Los habitantes del infierno experimentan el "lloro y crujir de dientes" (Mateo 8:12), "eterna perdición" (2 Tesalonicenses 1:9), y "el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 14:11). Lo peor es que la población del infierno aumenta cada día, pero nunca se llena (Proverbios 27:20).
Ese horrible lugar de tormento eterno fue preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). Satanás sabe que finalmente será condenado a ese lugar (Isaías 14:15; Apocalipsis 20:10). Lo mismo pasará con todos los que rechacen el único medio que Dios ha provisto para entrar al cielo (2 Tesalonicenses 1:8).
Es imposible tratar de comprender el dolor eterno que se sufrirá en el infierno. Para tener una mínima idea, imagine que pone su mano sobre una hornilla encendida de la cocina. Aunque su mano la tocara sólo por una fracción de segundo, usted gritaría de dolor. Ahora imagine qué pasaría si no pudiera retirar la mano de la hornilla. Peor aún, imagine todo su cuerpo dentro de un horno ardiente, sin posibilidad de escape... para siempre.
Aunque nuestra mente finita no puede comprender lo terrible del infierno, no hay duda de que es un lugar que usted debe evitar. Y, gracias a la misericordia de Dios, puede lograrlo. Pronto sabrá cómo hacerlo.
¿Acaso un Dios amoroso enviaría gente al infierno?
Según la infalible Palabra de Dios, la respuesta es sí. Esta pregunta que muchos hacen da a entender que Dios es injusto porque mucha gente va al infierno. El no es injusto. La verdad es que Dios no envía a las personas al infierno en forma arbitraria. Ellas eligen ir allá. Y, nadie sufre más que Dios por esto:
El Señor... es paciente... no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).
Dios le ama y no quiere que usted vaya al infierno:
Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío (Ezequiel 33:11).
Dios nos ama tanto que pagó el precio máximo para librarnos del infierno. Envió a Jesucristo, Su único Hijo, para sufrir una muerte terrible en la cruz a fin de que pudiéramos escapar de las llamas del infierno.
Sin embargo, en Su amor perfecto, Dios también nos da libre albedrío. Podemos aceptar o rechazar el medio de salvación que El nos dio. Si lo rechazamos y ardemos en el infierno, es culpa nuestra y no de Dios.
Imagine a un preso que espera la pena de muerte. Está a punto de ser ejecutado, cuando el carcelero se presenta en su celda con un documento de perdón firmado por el gobernador. Lo único que debe hacer esta persona condenada es aceptar el perdón y salir de la prisión como un hombre libre. Pero, supongamos que rechaza el perdón y es ejecutado. ¿Es culpa del gobernador? No. El hizo todo lo que pudo, pero rechazaron su oferta.
Sucede lo mismo con nuestro destino eterno. Podemos aceptar la oferta de Dios, o rechazarla y sufrir las consecuencias. La decisión es nuestra. ¿Qué podría ser más justo? Pronto usted tendrá la oportunidad de elegir el cielo como su eterno hogar. Si deja de leer y no hace nada, el infierno es el lugar a donde irá.